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ró que él sería mi voz. Durante años, le creí. Mi mundo silencioso giraba en torno al chico que m
, yo solo era "la niña de la tragedia del p
millara públicamente y, cuando ella fingió una lesión,
bosque, sorda sin mis aparatos auditivos, dejándome enfrentar e
omesa. Me de
gresé para mi primera exposición de arte, y cuando vi su rostro entre la multit
ítu
más cortantes que el cristal roto. Me llamó "la niña de la tragedia del pueblo", una carga que estaba harto
a. Pronto, estarás diciendo frases completas". Había practicado durante horas, las vibraciones desconocidas en mi pecho eran
tos... todo se había fusionado en un nudo en mi garganta. Javier estaba allí. Me había sacado de los escombros, con el brazo roto y la cara manchlectivo no era una elección; era una jaula construida de miedo y dolor. Pero Javier era la llave, o eso pensaba. Parecía moverse por el mundo con facilidad, el mariscal de c
ante. Pero la idea de finalmente decírselo a Javier, decírselo de verdad, cuánto significaba para mí, me mantuvo en pie. Tenía un secreto, una pequeña frase perfectamente formada
aridad. Escuché fragmentos de conversación desde el pasillo. Más fuertes de lo habitual. La risa distintiva de Javier. M
azucarada de Alejandra Jimén
odavía andas arrastrando a la
ó. Me quedé helada, con la
fútbol de Javier. "Javi solo está siendo amable. No es como qu
ón. Las palabras se sent
o, Javi, ya cansa. Todo el mundo sabe que s
cos. Mis oídos, antes tan poco fiabl
oz de Javier era áspe
blar. ¿Qué tiene de complicado? Ustedes están atados
de infancia morboso. ¿Era e
gil esperanza. "Estoy harto. Dios, Alex, no tienes idea. Cada evento social, cada partido, cad
s giraban a mi alrededor, cada u
jandra era triunfante.
puro. "Es solo que... quiero ser normal. Quiero divertirme sin preocupar
n espectro silencioso y pesado de
erlo", sugirió Alex, su tono peligrosamente d
scal estrella. Podrías tener a cualquier
la ruptura de mi corazón. "Lo sé, lo sé. Es solo que... despué
solo... calladita. Dile que necesitas espacio. Dile que estás siguiendo adel
rte que cualquier grito. Era su consentimien
rrando la puerta con un suave clic que nadie pareció notar. Mis piernas cedieron y me deslicé por la pared, presionando mis manos sobre mi boca para ahogar el sollozo que se a
ro ahora, el único sonido que podía hacer era un jadeo ahogado, tragado por el rugido ensordecedor de mi propio corazón roto. Todos esos años,
No era amor. Era lástima. Era obligación. Era una prisión para él, y yo había estado demasiado ciega, demasiado d
as lunas crecientes en mis palmas. Mi piel estaba rota. Era una manifestación física de la herid
daría esa satisfacción. Ya no sería "la niña de l
e la mano, borrando las lágrimas. El silencio en la habitación era aplast
ropa y respiré hondo y temblorosamente. Cuando Javier finalmente llamó a la puerta de la sala de terapia y entró, con su habitual
siado alta, un poco demasiado alegre. Extendió la m
Cervantes dijo que lo hiciste genial hoy
ado. Me dolía la garganta con palabras
n los bolsillos. "¿Lista para irnos? Aleja
ecían huecos. Seguía siendo el mariscal de campo popular, pero para mí, solo era un chico,
abeza, luego señalé mi gar
un destello de alivio en sus ojos. "No te preocupes. Podemos rel
equeña sonrisa tensa. Otro asentimiento. Luego me di la vuelta, caminé hacia mi mochila y fin
acuerdo?", gritó por encima d
é mi teléfono y comencé a escribir. Esta nueva voz, la que estaba encontrando,

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