saje borroso. El autobús estaba casi lleno, los estudiantes charlaban emocionados sobre el viaje de campamento. Quedaban dos asientos, uno al lado
no est
en la ansiedad que me carcomía el estómago. Él siempre me priorizaba. Si
a se reía, con la cabeza echada hacia atrás. Él le susurró algo y ella le dio un puñetazo jugu
vacíos a mi lado. Por una fracción de segundo, vi un destello familiar en sus ojos: reconocimiento,
tonamente en su bíceps. Sus ojos, brillantes y calculadores, se encontraron con los m
mente. Respiró hondo, luego se dio la vuelta, permitiendo que Alejandra lo guiara hacia la parte trasera del autobús, dond
nuevo. Públicamente
rostro a una máscara en blanco. M
ntarse atrás. Es más fácil con
espo
aratos auditivos, verdad? Sé que hay mucho ruido
ías. Simplemente bloqueé su número. La pequeña satisfacción fue fugaz, tragada por el enorme agujero en mi pecho. Saqué mi cuadern
d: una búsqueda del tesoro, en parejas. Mi estómago se retorció. Odiaba esta
una sonrisa almibarada en su rostro. "¡Lena! ¡Tú y yo, verdad? ¡Mejore
o vaciló, pero sus ojos se entrecerraron. "¿Qu
tada. No confiaba en ella. No después del
y yo. Día de chicas en la naturaleza". Su voz bajó a un susurro. "Además, J
más, su mano buscando mi brazo de nuevo. Esta vez, ret
illaron con algo feo. "Bien", siseó,
atrás. Su pie se enganchó en una raíz invisible, y cayó con un gr
!", chilló, agarr
hacia ella, su rostro una máscara de preo
ó con un dedo tembloroso. "Lena... ella... ¡ella me em
pujó. La mentira flotaba en e
o suavemente su tobillo. Ni siquiera me miró.
voz ronca por la conmoción y la indi
estaban fijos en mí, llenos de acusación y asco. Marcos, el amigo de Javier, dio un paso adelante, su rostro c
voz quebrándose, apenas audible po
errando su rostro en el hombro de Javier
ormándose en una condena abierta. Loca. La m
temblaban. Estaba atrapada, en
tan amables, ahora eran duros, fríos y completamente desprovistos de pi
atrás. ¿Yo? ¿Disculparme
mi voz apenas un susurro.
e en Alejandra se tensó. "Está herida. Y está mol
úplica desesperada, pero se perdió en l
, sus ojos ardiendo con una ira desconocida. "¿Quieres hacer queda
solo la estaba eligiendo a ella; se estaba volviendo activamente en mi contra. Estaba sa
oz un siseo venenoso. "Anda, fenómeno. Di que lo sientes. Siempre estás causando problemas, ¿no? L
atravesó, fría e insensible. "Lena. Discúlpate. Ahora". Se levantó, con Alejandra todavía af
acia adelante. Mis piernas se doblaron. Caí, mis rodillas golpeando el suelo áspero con u
éfonos, sus cámaras destellando, capturando mi degr
fría y clara, or

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