iana había esperado que la dinámica entre ella y Alejandro cambiara de alguna manera, que al menos hubiera algo de calor hum
fección de su mundo. Aunque vivía bajo el mismo techo que él, la distancia entre ambos parecía imposible de salvar. La mansión de los Fuentes, que has
ue la luz era cálida, no lograba disipar la sensación de vacío que sentía en su interior. Se levantó lentamente, con los recuerdos de la noche ante
ndas llenas y compromisos inquebrantables. Sabía que lo primero que haría por la mañana sería revisar sus correo
esperaban de ella como esposa de un CEO. Asistir a eventos de caridad, acompañar a Alejandro a cenas de gala, sonreír ante las
ida no era
os con Alejandro en la mansión, sus miradas se cruzaban por un segundo, pero nunca había un intento por conectar. Él estaba constantemente ocupado con su trabajo y su mu
nte para nada, excepto para las apariencias. Y aunque sabía que esa era la naturaleza del acuerdo, había algo en su pecho que le decía que había al
n rodeados por altos muros de piedra, lo que les otorgaba una sensación de aislamiento total. Mientras paseaba entre los rosales, los lirios y los setos perfectamente
ró, interrumpiendo sus pensamie
? Recuerda que esto es lo mejor para todos. No olvides lo que
ido quien, con insistencia, le había recordado lo que estaba en juego. Pero a veces, la expectativa no era suficiente par
Su ausencia, aunque habitual, comenzaba a molestarle más de lo que esperaba. El hecho de que su marido estuviera tan abs
o. Se sentó en su lugar habitual, al final de la mesa, sin mirar a Mariana más de lo necesario. La conversación, como siempre, se centró en tem
cifras y los detalles del acuerdo. Mariana lo miraba desde su lugar, con los ojos fijos en él, pero sin realmente
Alejandro, interrumpiendo sus pensamientos. La pregunta
gala, aunque en términos prácticos fuera solo una formalidad, hizo que su corazón latiera un
de cómo se sentiría al estar allí, rodeada de l
inó, Alejandro le dedicó una última mirada antes de retirarse a su o
ntes, pero nadie parecía interesarse por conocerla como persona. Durante toda la noche, Alejandro estuvo rodeado de socios y colegas, y apenas si cruzaron unas palabras más allá de las que er
risteza la invadió. Este matrimonio, que ella había aceptado como una forma de salv
a su familia ni a su esposo. Pero, a medida que los días pasaban, su corazón comenzaba a preguntarse
rto en sus propios pensamientos, y cuando entró en su oficina, no volvió a s
te. La distancia entre ellos se volvía más grande con cada día que pasaba, y lo único que podía hacer era adap
con la esperanza de que, algún día, tal vez, Alejan
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