s hombros. La sensación de estar atrapada entre dos mundos opuestos la envolvía por completo. Este día, el día que marcaba el inicio de un matrimonio que ella
des adornadas con cortinas de terciopelo oscuro, las flores blancas que colgaban del techo y el brillante piso de mármol, todo parecía sacado de un cuento de
rostro, y el maquillaje impecable resaltaba la belleza de su rostro, aunque con una tristeza latente que no lograba ocultarse. El cabello recogido con sutilidad dejaba ver sus ojos, que no brillaban con la emoción q
punto de tomar forma física, frente a todos los ojos que la observaban como la nueva esposa de Alejandro Fuentes. La gran familia, los
a sonrisa en el rostro, pero cuando vio la exp
uentes está esperando en el altar -
, pero la incomodidad permaneció. ¿Estaba haciendo lo correcto? Todo lo que le había dicho su madre antes de este día resonaba en su cabeza:
ras de cristal iluminaba a los invitados que ya se encontraban sentados. En la parte delantera, Alejandro esperaba con una expresión que, para Mariana, se le antojaba más fría
no era amor, ni siquiera afecto. Era un trámite, una obligación, un trato entre dos familias que buscaban beneficios mu
parecía más distante que la anterior. "¿Te tomas a Alejandro Fuentes como tu legítimo esposo?" Mariana respondió con un leve suspiro, casi
ijo ella, con la v
a, como si estuviera cumpliendo con una obligación, exactamente c
lo a
onia alguna. No hubo sonrisas ni miradas cómplices entre ellos, solo la ejecución
ella no se sentía unida a este hombre, ni siquiera como esposa. Apenas pudo evitar mirar al suelo mientras caminaba hacia el pasillo pa
e las cámaras, los flashes de los fotógrafos, el murmullo de la gente aplaudiendo, todo se sentí
los invitados, pero su mente vagaba lejos, en un rincón oscuro de su corazón. Cada mirada de los invitados la hací
omo si no tuviera tiempo para ella. Aunque estaban casados ahora, apenas si compartían palabras. En cada gesto, él mantenía una distancia emocional que se sentía casi palp
das expectantes ni las preguntas insidiosas de los conocidos de la familia Fuentes. Nec
a boda había sido un acto de sacrificio, uno al que ella había accedido con el único propósito de ayuda
arlo. Él estaba tan seguro de sí mismo, tan impasible. Pero ella no podía evitar preguntarse
ciales que ambos debían cumplir. Sus ojos se encontraron brevemente, y aunque ninguno
a de baile -dijo él, su to
zó a animarse, pero para ella, el mundo parecía haberse detenido. No sabía si estaba haciendo lo correcto, si este era realmente el camino que debía t
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