Monte
os, fijos en el Tamayo goteante y arruinado, ardían. Amaba esa pintura más de lo que
temblando de furia-. ¿Tien
oví. Solo lo observé, mi corazón latiend
a Candela. Por supuesto. Debía haber estado esperando afuera,
án y a mí, de pie, tranquila y serena. S
lado, poniendo una mano en su brazo-. Elia
a miró. Su mirada
-dijo, su voz pe
o se des
, estaba p
ugió, quitándose la mano
na actuación magistral. Lo miró con traición herida, luego me lanzó una mi
siguió fue pes
jo finalmente. No
-con
lentos, medidos. Un depre
dente, Elia. Un horrible acc
z era una cuchilla-. Me querías, así qu
Su rostro era una tormenta d
boda. Eras... incandescente. Hablabas de Rothko con una pasión que me dolía el p
fermedad. La obsesió
idiste jugar
ió, su voz elevándose con una e
-escupí-. Y ahora la
n, para empacar, para dejar este mausoleo de ment
-siseó, su rostro cerca
azo, rompiendo su agarre, y lo empujé hacia atrás. Tropezó, la
usé su propio impulso para lanzarlo hacia la isla de la cocina. Se estrelló contra la enc
d, un horror naciente en sus ojos
eres?
intentaste e
tó la tensión. Miré la pantalla
movimiento, cada llamada. Pensó que podía contenerme. Estaba equivocado. Empecé a hacer arreglos a través de canales e
asa, intentaba hablar conmigo, su voz teñida de esa ter
ndela escaló
n, con leyendas burlonas. *Dice que está cansado d
boloñesa especial esta noche. Dijo que no la había hecho p
r para mí en el primer año de nuestro "matrimonio", cuando todavía estaba en la fase de luna de
stina con mi abogado. Una camioneta negra se estrelló contra el
es salieron. No parecían asa
Esto tenía las huellas dactilares desesperadas y torpes d
a mi coche, marqué tra
tó al prime
¿Dónde
dije, con voz firme-. Tres hombres están a punto
Luego, su voz, f
gracioso. Sea cual sea el
uno de los hombres rompía la ventana del
ela no mataría ni a una mosca.
*No como tú*. Después de todo, él todavía la veí
nstaló en mi pecho. Bien. Si qu
ajando a un susurro-. Si no estás aquí, estarás recogiendo
de que pudi
o el callejón. Dos al frente, uno
sonrió, revelando una hil
Nuestra clienta
os devolveré e
trás. El segundo vino hacia mí con un cuchillo. Lo desarmé con un movimiento que mi instructor me había inculcado cien vec
su error. Acorté la distancia en dos pasos, un golpe con la palma
, mis nudillos sangrando, mi traje roto.
pánico. Corrió hacia mí, sus caros zapatos crujiendo sobre vidrios rotos. Ni siquiera se había mole
s tres hombres gimiendo en el suelo. Yo, d
abiertos con una mezcla de horro
é -dije, co
bre mí como si tuviera miedo de tocarme. Vio la
ogada emoción. Tomó suavemente mi mano, su pulgar acaricia
la vieja dinámica estaba allí. É
é mi
e fríamente-.
jos suplicantes-. Debería
raerme a s
a mano par
e ella no e
stre
a, es joven, es ingenua. Viene de un mal entor
e tenía para ella
ara que me atacaran solo para llamar tu atenc
fue un ataque al azar.
que pudiera haber tenido por el hombre
u lado, de vuelta a mi coche maltr
iendo? -pregunt
deslizándome en el asiento-. Tendré los
. Agarró la puerta del coc
Podemos arreglarlo! ¡Me desha
siado ta
l coche rugió a la v
desesperación. Hizo algo tan demente, tan absolutamente teatral, que casi no
r encima! -gritó, su voz quebrándose-. ¡L
illante, reducido a un desastre suplicante y p
elerador. Una parte de mí, la parte oscura y vengativa que
lerador. El
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