ana
ento del copiloto. El sol brillaba, el cielo de un azul perfecto y burlón. Se
a cuando me vio. -¡Eliana, cariño! Pasa. Javi está arriba en su cuarto. -Me
e, mi voz firme mient
, pero me hizo pasar. -Ha estado de mal hu
en la casa silenciosa. La puerta de su habitación es
puerta s
abeza en su hombro. Llevaba puesta su camiseta de fútbol americano, la que tenía "LIRA" y su número impresos en la espal
stómago. El aire se me escapó de lo
un brillo petulante y triunfante. -Oh, Eliana. No te oí entrar. -Se acurrucó más cerca de
ón ilegible por un momento antes de endure
apodo de la infancia para mí
iera aquí sentado, suspirando por mí? ¿Que estuviera lleno de arrepentimien
ra. Una vez había conducido tres horas en medio de la noche solo para disculparse por una discusión estúpida
ndo, siguió probando, solo para ver hasta dónde podía llegar antes de que yo lo atrajera de vuelta. Había
bía acabado. Las piezas
sentándose en mis huesos con una finali
-Mi voz era inquietantemente tranquila, desprovista
-¿fastidio? ¿confusión?- cruzando sus rasgos. Hizo un gest
ra historia compartida era basura. Y lo hicieron. Pero tambi
de las escaleras. Su dormitorio daba al recibidor de dos piso
adera de abajo con un estrépito repugnante. El so
o derramarse. No lo necesita
estaba de pie, con el ceño fruncido-.
bién quería una ru
ñida de una furia fría-. No quiero
a. Saqué la gastada copia de "El Gran Gatsby" que había dejado aquí, la foto enmarcada de nosotros en la g
tear sobre alguna fiesta próxima, su voz chirriando en mis nervios en carne viva. Accidentalmente tiró un vaso de
impiarlo. -Ten cuidado, Cat -dijo, y su voz era suav
ibro fuera de lugar. Pero por el
levantó, caminó hacia su clóset y sacó una camiseta de fútbol nueva e impecabl
tró una forma de romperse aún más. Estaba entumecida. Absoluta y completam
rincipal y me dirigí a su baño privado para cog
a jugando en sus labios. -¿Tratando de llamar su atención, Eliana? ¿Ha
o -dije, mi
con él. Estaré en su dormitorio, en su cama. Seré yo a quien le env
piel. -Tus padres son ricos, ¿verdad? ¿Qué hiciste, compraste tu entrad
ción de mis padres encendió una chispa
e, mi voz peli
¿O qué? ¿Le ll
e adrenalina recorriendo mi cuerpo. El movimiento fue brusco, y el
ilibrio, oí pasos subiendo
a
a mirada de pura y calculada astucia brilló en su rostro. Mientras caía hacia atrás
s juntas, un enre
sobre la barandilla baja e
e mi garganta, mezclándose con el chillido de Catalina. Golpeamo
l chocar con el suelo. Sentí algo cáli
evó en un lamento histérico. -¡Javi! ¡Me
s escaleras furioso, su rostro una máscara de ira atronadora. Corrió directamente hacia Catali
s herida? -preguntó, su
señalándome con un dedo tembloroso-. ¡Lo h
í. Estaba tratando de levantarme, mi visión n
... -empecé,
esonando en el recibidor-.
imas de dolor y frustración finalme
un asco que cortaba más profundo que cualqui
angre que me apelmazaba el pelo. Toda su atención estaba
ndo a un gruñido bajo y amenazante-. L
ndola como si fuera la cosa más preciosa del mund
sando la herida y prometiendo luchar contra el "monstruo del pavimento". Ese chico se había ido.
devoción, todo el dolor y la pena, murieron en mis
na punzada de agonía a través de mi cabeza. Dejé mis cosas esparc
ora del sol, dejando un pequeño rastro de mi pro
o misma a
untos de sutura sobre mi ceja. Mientras yacía en la estéril habitación
oto de un número que
o suavemente una bolsa de hielo alrededor del tobillo de Catalina. Ella
o súper bien. Algunas personas simplem
sentí nada. Ni ira, ni celos, ni siquiera una punzada de dolor. Solo un vacío hueco y
loqueé el número y

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