cerebro congelado y privado de oxígeno. Los helicópter
a de la tormenta. Un potente reflector atravesó la nieve arremolinada
tros una mezcla de confusión y alarma. Las lágri
e-, se cernía expertamente sobre nosotros, sus rotores azotando la nieve en un frenesí cegador. Una puer
se con una calma inquietante, se dirigió directamente hacia nuestro grup
ringido -comenzó Braulio, dando un paso adelan
a mano firme en el pecho de Braulio y lo apa
orro térmico, y sus ojos, de un gris sorprendentemente claro, evaluaron mi estado en una sola mirada
voz un retumbo bajo y autoritario que cortó el viento-. Las pupilas están l
iendo, trabajando con una urg
Braulio, desconcertado-. Ella es
pe, y fijó a Braulio con una mirada tan fr
rica se está desplomando. Tiene treinta segundos para explicarme por qué está tirada en un hoyo
ficación decía HÉC
Braulio se
imposible, yo tengo s
prendentemente suaves mientras me tomaba el pulso,
ó, su voz cerca de mi
que lo sabía. El transmisor
sa, inundando mi sistema con una solución salina tibia. Un calor abrasador y doloroso comenzó a extenderse por mis venas. Me env
vantó y se enfrentó a Braulio. Su comportamiento tranquilo habí
exigió Braulio, tratando de
campo de alto riesgo -dijo Héctor, su voz peligrosamente baja-. Lo que significa que aho
equeño teléf
to, ya he conectado a
voz del teléfono. Era Eduardo Ballesteros, el fundador y director general de Cima
furia-. El equipo de Leví acaba de enviarme los signos
con el rostro ceniciento-. Estaba actuando de fo
Estás despedido, Acosta. Tú y la becaria. Sus credenciales están revocadas. Sus carreras se acabaron. Se les facturará el costo total de
un chillido
ea se
fono, sus ojos grises
s noticias de m
a. Mientras nos elevaban hacia el cielo arremolinado y lleno de nieve, lo último que vi fue a B
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