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Historia
La heredera no deseada: Su regreso multimillonario

La heredera no deseada: Su regreso multimillonario

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1472    |    Actualizado en: 15/10/2025

fin me rescataron. Creí que era el c

un hombre guapísimo y desconocido, su verdadero esposo

astra me echó encima a su dóberman, y mientras los dientes del perro se hund

por un segundo, y luego, le

que me quedaba murió. El frágil lazo familia

milia, lleno de sospechas después de un acciden

cumpleaños de mi hermanastra, revelando una v

ítu

vista d

monstruo que había secuestrad

nuestras vidas en un infierno. Sus puños y su ven

rado a mi mamá durante meses en la oscuridad era simple:

las parpadeantes luces fluorescentes de la desolada estación de Pemex, con el aire denso por el olor a gasolina y pino, y se lo o

eso, se arrodilló, su vo

í, cariño. N

pretó en mi estómago. No era así como lo había imaginado. En mi mente,

era mejor.

s serios e indescifrables, salieron en tropel. Se movieron con una eficiencia aterradora, asaltando el ruinoso complejo que yo llamaba hogar

aba. Estaba a salvo. Una ola de alivio tan poderosa que casi me dobló las rodilla

estaban fijos en algo detrás de mí. Un hombre salió de la camioneta principal. Era g

ó él, con la

la sostuvo como si estuviera hecha de cristal, su rostro enterrado en su cabello enmarañado. Me quedé congelada, una pequeña estat

todo su cuerpo. Ni una sola vez miró en mi di

prometido: "Estaremos juntas,

de este extraño, esas palabr

maras. Los reporteros parecían materializarse desde el bosque,

ertirse en una máscara de fría furia. Sus ojos recorrieron la multitud y, por prime

n reportero-. ¿Es la

podía dejarme aquí. No con ellos mir

a uno de sus guar

a la ca

r calidez. Yo era un problema que había qu

riz, un marcado contraste con el olor a humedad y tierra del complejo que s

os ni siquiera llegaban al suelo. Abracé mis rodillas contra mi pecho, tratando de hacerme lo más pequeña posible. El silencio en el coche era má

. El convoy de camionetas se alejó de la gasolinera, de

de seguridad hablaban en voz b

e con los míos en el espejo retrovisor con abierto desprecio-. Una camioneta de s

ro-. Dijo que en cuanto lleguemos a la finca, la mandemos al deshu

me. Yo era el hedor. Yo era la contaminaci

miedo. El olor a piel cara, el suave movimiento del coche, el sofocante sile

r el pánico. Intenté tragarla de nuevo, sabiendo lo que p

adelante, vomitando el contenido acuoso de mi

l conductor, desviándose

más en el asiento, to

rré, las palabra

stre en el suelo. Sus labios se curvaron en una mueca de puro asco. Mi madr

eada de céspedes perfectamente cuidados. Mientras Damián ayudaba a mi madre a salir del coche, una niña de mi edad salió corr

sus brazos alrededor de

zó a la niña con fuerza, sus

-susurró-. Mi

estrujado en un tornillo de banco. Mi niña

río como el hielo siguió a la niña. Observó l

criatura aquí? -exigió,

Montes, la m

án, su voz tensa por la irritación-. L

evo, haciéndome sentir como algo que hubiera

évenla por la entrada de servicio. Y

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