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La herida en su hombro fue tratada por su médico privado, y el incidente nunca más se mencionó. Ariadna Aguirre, fiel a la palabra de Alejandro, había guardado silencio. Su número
eranza de
revisando informes trimestrales cuando una sombra cayó sobre mi mesa. Levanté la v
y empalagosa que no llegaba
cercana, comenzaron a levantarse. Les hice una sutil seña c
Suburban negra estacionada al otro lado de la calle, sus vidrios polarizados ocultando
i café, mis ojos nunca a
tómago en un gesto de falso dolor. "Pero eso solo hizo que Alejandro se sintiera más
irador. "Así que, en cierto modo, debería darte las gracias.
do en sus labios. Llevaba un vestido escotado, y pude ver las tenues marcas violáceas de moretones
a se ensanchó en un
oz goteando una dulzura venenosa,
riunfantes resonando en mis oídos. Vio el destello de do
. "Todos esos años con él, y no tienes nada que mostrar. Ni un hi
é se calentó bajo mis dedos.
Alejandro todos los hijos varones que dese
platillo con un clic deliberado
dose la mano, su rostro una máscara de conmoción y agonía. El blanc
yo. Mientras yo dejaba la taza, Ariadna había movido deliberadamente su mano hacia su trayectoria, asegurándos
ura cuidadosamente construida hacién
flanquearon, su presencia inmensa e intimidante. Cada u
to!", chilló mientras comenzaban
é una uña perfectamente cuidada sobre la mesa, el sonido
gunté, mi voz cortando sus histerias. Dejó de luchar, girán
o que yo ayudé a construir?", continué, una pequeña sonrisa sin humor tocando mis labios
, mi voz bajando a un
nes oscuros. Lo pagué con lealtad, estrateg
a tragada por el ruido de la ciudad. Levanté mi taza, pidiénd
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