vista d
libertad estimulante y terror que me aceleraba el corazón. Tenía los papeles fir
ido como un hogar. Era un museo, curado por Damián para proyectar una imagen de riqueza
e cuero, los papeles firmados apreta
co apareció en mi teléfono. Era de J
Sierra de Arteaga. Un lugar para que los artistas trabajaran en paz, rodeados de una belleza asombrosa. Era un salvavidas. Una o
mitado. Necesitaban una dec
que tomar. Esta er
derarse de mí, antes de que pudiera dudar. Luego reserv
Damián me había comprado, los disfraces vacíos para un papel que ya no quería interpretar. Empaqué mis jeans
sas no eran mías. Eran utilería. Tomé solo las cosas que se sentían como yo: una copia gastada de un lib
arme en la cama. Era una fatiga profunda, hasta los huesos, que se había aferrado a mí du
. Corrí al baño, mi estómago revuelto. Me agarré al frío m
que me había negado a ver. La fatiga. Las náuseas.
as. La sangr
ía ser. Er
ramadas, superficiales. Un deber que él realizaba con fría eficiencia una vez al mes, un sombrío recordatorio de su recla
habitación oliendo a whisky y al perfume de otra persona. No había sido gentil. Fue rudo, distante, y terminó en mi
azón martilleaba contra mis costil
alle, mis manos temblaban tanto que apenas pude pasar mi tarjeta de crédito. La farmacéutica me miró de forma
ío y estéril baño de visitas que us
do se estiró en una eternidad de pavor. Caminé de un lado a otro sobre el frío sue
ono sonó, un sonido agudo y
igué a
idas e innegables con
ara
edieron y me desplomé, mi espalda deslizándose contra la pared fría. Estaba embarazada
ueña e inocente creada de las ce
ser solo *Elena*, se desvaneció de
rataba de salva
espiadado del cártel. De un padre que no lo vería como una persona a l
convirtió en un infierno rugiente. Tenía que salir. Ya no solo por mí. Te