vista d
rebelión. El documento estaba disfrazado, enterrado bajo un fajo de papeles titulados "Acuerdo de Co
Damián. El aire vibraba con una eficiencia silenciosa y miedo. Todos sabían quién era yo. Era la Sr
n una mezcla de deferencia practicada y algo más suave. Lástima.
tardaré. Solo necesito su firma
r que una persona se sintiera pequeña, para recordarles la escala pura del dominio de Damián. No era solo un jefe criminal; era un rey en su castillo,
a que había estado con su familia durante déca
jo en voz baja-. Están finaliza
era solo una aventura. Era su socia. En los ne
nto -dije, mi resolu
e no había escuchado dirigido a mí en años. Resonaba desde detrás de las imponentes puertas d
toq
a puerta
bella señalaba una ubicación, su expresión animada. Damián estaba inclinado sobre su hombro, su mano
te de un gris frío y calculador, se endurecieron como el pede
Estoy
fresco y nivelado que no traiciona
er su gran noche. Seguro que solo está atando cabos sueltos. -Sus palabras estaban mezcladas con un dulce veneno, un sutil record
la por completo. Coloqué el portafolio y lo abrí en la página de la firma del acue
pensé que lo descubriría. Damián Montenegro no llegó a donde estaba por ser descuidado. Tod
n mi boca-. Necesitan que el titular principal de los activos firme antes de que
ación de la noche anterior en un solo punto de calma fría e indescifrable. No v
ento más, buscando algo.
lla, su voz un cuchillo afilado e impaciente cortando la tensión. Sin querer, me había salvado. Le había recordado
l momento se había roto. Yo era una molest
batando una pluma de un
ron la línea de la firma, de la misma manera q
urioso de tinta negra. Una acusación
guiente página -la página real- y firmó de nuevo en la
olio antes de que pudiera parpadear. Mi
las palabras f
ás. Isabella sonreía, una mirada engreída y triunfante en sus oj
a de tomar al rey, y que era b
irada compasiva de María y entré al elevador. Las pue
rí el portafolio y miré su firma en l
a renuncia a cuatro
mar la renunci
enía n