a. Mi esposo, Damián Montenegro, el hombre más temido de Monterrey, había prometido qu
de cien mil pesos se empapara solo para cubrirla a ella. El titular brillaba debajo de e
mi mayor triunfo en un espectáculo público de humillación. Entonces llegó su mensaje, una confirma
oro en el último piso de su rascacielos. Volqué toda mi soledad y mi corazón roto en mis lienzos
Se convirtió en hielo. No solo me
tré a su oficina y le entregué un
pción a la construcción de su imperio. Agarró l
a justo debajo era nu
su esposa como si fuera una si
ítu
vista d
la pared de una galería, mi esposo, Damián Montenegro, estaba en
uponía que esta noche sería la culminación de todo. La noche en que dejaría de ser solo la Sra. Montenegro, la
n el estudio estéril e insonorizado que Damián había construido para mí, una jaula de oro en el último piso de su rascacielos. Él lo llam
un vacío donde mi esposo debería haber estado. Lo había prometido. "Claro, *cara*. No me lo perdería por nada del mundo", ha
. La abrí, un nudo de pavor apretándose en mi estómago. El titular era crudo. *"Damiá
expresión era sombría, concentrada. Isabella Ramírez, la brillante y despiadada subjefa de la familia Ramírez, lo miraba con una expresió
crucial para la nueva alianza Montenegro-Ramírez, una ju
eligiendo su negocio, eligiéndola a *ella*, por encima de mí, y lo estaba haciendo
su lástima, su curiosidad morbosa. Era un peso físico que me oprimía. Yo era la esposa ignorada de
ó de nuevo. Un m
lla me necesitaba.
edado sin combustible, apagándose en un silencio frío y completo. Esta era la ley del silencio, torcida en una versió
años entendiendo mi lugar. Yo era un objeto hermoso que él poseía, una obra de arte para colgar en su pared, la p
o, apareció a mi lado, su rostro grabado
ón de último minuto. Ya sabes cómo es. -La mentira fue automática, un reflejo perfeccionado por años d
no creía una palabra-. Bueno, tu público te esper
ptando felicitaciones de personas cuyos ojos estaban llenos de lástima. Hablé sobre mi técnica, sob
e pájaro represe
a visto mi arte. Solo veía el valor que le aportaba, el lustre que le daba a su nombre manchado de sangre. Damián Montenegro
a estar mi corazón. No era tristeza. No era ira. Era
raría. Él no
pería a é
a oficina de Julián. Mis manos estaban firmes ahora.
ntenegro. Necesito qu
divorcio? -pregunt
al-. Pero eso no es todo. Tengo una idea. Una fo
rriesgado. Si Da
Nunca ha mirado un contrato relacionado con mi arte, simplement
a al otro lad
hada de lluvia-. Quiero que firme la renuncia a su matrimonio de la mism