ista de El
é saliva con fuerza, el sonido fuerte
l líquido frío hizo poco para apagar el fuego que me quemaba por dentr
tra el mío, una presencia sólida e inquebrantable. Mi
rva cerrada, las llantas
ando su agarre en el brazo de Carlos-. ¡Qué bien ma
voz presumida. La miró, con una
on un beso sonoro y
, y luego pareció recor
á aquí. -Fue un regaño a media
a inocencia mientras me miraba-. No te molesta, ¿
so y la puse sobre mi regazo, un escudo endeb
lestaría que be
a sonris
.. ¿
ro clara-. Llevas años colgándo
ose hacia él, con el labio inferio
runció. Me miró, su ex
asta. No sea
dor, como si hablara con una niña difícil-. Ya
r y cansada. Siempre era el mismo guion. Brenda presionaba, yo finalm
ón silenciosa encajó en su lugar en mi corazón. No fue ruidosa ni dramát
i
ndo más firmemente contra la de Héctor. Er
la sacudida fue más fuerte. Fui lanzada co
obre mi mano, sino sobre mi muslo
viosa de mi pierna cobró vida, mil pequeñas chispas encendiéndose bajo su tacto. Podía sentir los ligeros callos en las yemas d
al frente, pero su mandíbula estaba apretada. S
us pómulos altos, su boca una línea firme y seria. Pero en este momento, en la penumbra del coche, c
ón dio u
mesas vacías, Héctor era poder silencioso e inteligencia despiadada. Era una leyenda en el mundo del capi
teracciones se habían limitado a asentimientos educados y saludos breves y formales en reuniones familiares. Era del tipo
angre de Héctor corría más fría que lo
hacía olas en la escuela de negocios. Había tenido un enamoramiento silencioso y fugaz por él entonces, del tipo qu
enfermedad fibroquística de la mama. Se especializaba en oncología, una elección extraña para un hombre en capital de riesgo, pero mantenía su licencia
llí en una bata de papel, con la piel erizada, hip
ante. Él era un doctor, y yo solo era una paciente más. Otro
icho a mí mis
n la habitación, cómo mi corazón latía un poco demasiado ráp
abía vislumbrado su reflejo en el espejo. Él estaba mirando hacia o