img Mi segunda oportunidad, su arrepentimiento  /  Capítulo 4 | 40.00%
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Historia

Capítulo 4

Palabras:1159    |    Actualizado en: 25/09/2025

Fe V

nstinto se apoderó de mí, mi mano se cerró en un puño, lista para devolver el golpe. Pero entonces, por el rabillo

e Acción de Gracias. No s

duro en mi estómago. Miré furiosamente a Bruno, a Juliana que ahora me m

un destello de arrepentimiento cruzó su rostro. D

, y

. Le rodeó las piernas con

... creo que se me met

Mientras se inclinaba para ate

do con su propia he

oso. ¿Qué di

la vergüenza al

licado por diez. Se enderezó, mirándome como

. Dios, ¿por qué estoy con una m

us primos se re

hermana -susurró uno de ellos-, ¿cómo lo m

de celos!

uno, jurando que golpearía a cualquiera que intentara robármelo. Había sido una fanfarronada impulsiva y tonta, nacid

recieron a

z bajó a un murmullo b

o esta noche. Si de verdad quieres casarte

aliento calient

ienes fuera de mi vida, y yo te perdonaré po

tan poderosa, estar tan completamente desprovisto de decencia? Vio mi silencio y lo

i concediera un gran favor-, me asegura

ía a nadie más que a él. La multitud de espectadores nos observaba

y seco cortó el aire. Los pa

señor Herrera, estaba en lo alto de la gra

una autoridad que silenció instantáneamente a

igura emergió de las

s. Estaba de pie, luciendo más alto y fuerte de lo que nunca lo había visto. Su mirada recor

sando junto a Bruno, junto a Juliana, junto a

aja y firme. Era tranquila, pero

ubiera desechado. Un coche se había detenido, y el rostro de Caleb había aparecido en la ventanilla. "Señorita Valdés", había preguntado, "¿qué hace aquí afuera?". Nunca me

tan vívido que

b de nuevo, su ceño frunci

oscuros y serios. Negué con la cabeza

oy b

e la habitación, Bru

aleb? Es mi futura espo

uno una mirada que podría cort

esperando -anunció

dándome un empujón d

greída jugando en sus labios. Ya se imaginaba a sí

embargo, fue d

gió a una pequeña plataforma elevada. Su cabello era blanco, pero su presencia era ta

ación-. Mi querida Fe acaba de cumplir veintidós años. Según el acuerdo que

dejando que el

ento de mis bienes personales y todas mis acciones

de Fernando Garza era legendaria. El ochenta

ean testigos de su felicid

paso seguro hacia adelante,

éndolo. Se giró, su mirada pasando por enc

oz resonando con o

nte. Bajo los brillantes candelabros, no se parecía en nada al recluso enfe

orma, sus ojos en

z suave pero cla

-

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