u cuerpo aún tibio. Un pequeño y último ge
podía moverme, no podía r
alor Policial de mi padre. El más alto honor que un detective de la policía de la CDMX podía recib
placa de identific
ndo con una rabia tan profunda
los brazos de Javier, sollozando histéricamente. Él la sostuvo, m
ó, Alina?
eza zu
lo
a mi medicación. Las "vitaminas" que Javier me había estado dando-. ¡Encontré esto e
ebrándose-. Nunca lo haría... S
vier se disparó, agarrando mi muñ
, Alina -dijo, su vo
onido salvaje y desquiciado que hizo que la gen
o -escuché sus
tranquila-. Y no me disculparé. Ahora, dile
rectamente
emoria de mi padre para
sconcertado. Miró hacia abajo y vi
l, ¿qué
edos temblorosos, desenga
rló, tendiéndomela-. No sé por qué t
endo un arco en el aire, y aterrizó con un suave chapoteo
on los ojos muy abier
en blanco. Sin pensarlo dos veces, trepé por la
raspando el lecho fangoso del río, buscando a ciegas. Estaba a punto de rendirme
en la mano. En la terraza, Javier no me mirab
su voz suave-. Hice que ne
al se convirtieron en
a mí. Era para ella. Su gran ges
un peso aplastante que dificultaba la respiración. Me arrepentí de haberlo amado. Me arrepent
stía. Corrió hacia la barandilla, su r
en? Déjame llevar
mi ropa empapada y pesada. Logré una son
para ti, yo y la memoria de