de cabeza punzante y una sensa
cama. Pero no
n brazo de hombre. Estaba desnuda. Presionada
tentó escabullirse, pero sus miembros se sentía
habitación. La voz de la amable s
ntrar ahí! ¡La seño
de sospecha. -¿Por qué no pued
Se revolvió, tratando de empujar el cuerpo del extraño f
se abrió
mprano, con un ramo de sus flores favoritas en la mano, una esperanz
rió en el moment
plaron la escena. Ella, desnuda. El hombre extraño
de su mano, esparci
éndose en una rabia oscura y asesina. Sus ojos se
usurró, las palabr
o y confundido extraño de las sábanas y lo estrelló contra la pared. Un rugido brutal y gutural
slizara al suelo en un montón arrugado. V
emblando de furia-, ¿y esto es lo que ha
umbral, con una bata ceñida a su cuerpo. Jad
feo, iluminó sus ojos antes de
-gritó-. ¡Después de todo lo
a mesita de noche y se lo a
de la mente de Alejandra. Luchó por sentarse, envo
-suplicó, su voz ronca-. Me
ando la vista de Carlos. -¡No escuches su
lpe vicioso, lo estrelló contra el
os de Alejandra. Sintió un cálido
to de protegerla luchando con la rabia que
iciera-. Como esposa de tu hermano, como la mayo
vienta que se acobardaba en el pasi
manos temblorosas, con un delg
. Mojó el látigo en el agua salada y, con un chasquid
o ahogado de dolor. El e
ando, su rostro una máscara de piedra. Su falta de resistencia, sus gritos de d
le desgarraba la piel, una agonía abrasadora, al ro
tió el agua salada sobre sus
illido largo y agudo de pura ago
la rabia de Carlos. Rugió,
BA
por su rostro mientra
e agarró el estómago, su rost
u voz débil-. Carlos
camente hacia ella. Vio la manch
ón fue in
de la habitación, dejando a Alejandra co
de nuevo.
esita de noche, sus dedos dejando un rastro de sangr
esperando ser atendida. Vio a Carlos al final del pasillo, paseando ansiosamen
unto a él. Él la miró, sus ojos llenos de
irófano se abrió
. -¿Cómo está? ¿Có
-. Tiene un tipo de sangre raro. Necesitamos una tran
el pasillo, salvajes y desesp
-. Tomen su sangre. Tiene
omaban por su bata de hospital. -Señor, esta mujer no está en condicio
ó. Se acercó al médico, su voz
Firmaré lo que necesiten. A
ojos. Se acabó. Todo. El amor, la esperanz
on la aguja en el brazo. Vio su propia sangre, oscura y roja, fluir a través del t
a sensación de pa
había dado a su hijo. Ahora
ba pagada. No
lejandra, débil y mareada, se levantó de la cama. Ignoró las
volvió en su delgado abrigo, temblando. Su dedo rozó su dedo anular. Estaba desnudo
en el dedo a Camila. Eso era real. Su anillo era solo u
ntes de la terminal del a
cielo oscuro. Alejandra apoyó la cabez
ero que tengas una buena vid