lvió a casa
para arreglarla, con la leyenda "Mi héroe". Una foto de ellos compartiendo un postre ridículamente caro, su brazo casualmente sobre el respaldo de la
maletas. Todas mis posesiones eran prácticas, gastadas. No había lujos, ni
ta barato, un regalo de Damián de nuestro primer año juntos. Fue el único regalo que me compró con su pro
al cuarto día, con aspe
etas junto
alguna
-mentí, incapaz de mirarlo a los ojos. No
arla. Estaba demasiado absorto en su propio mu
a voz-. La empresa me está dando un lugar nuevo
iso a techo, la cocina de ú
erlo -dijo, como un
rle el relicario. Pero otra parte, más débil,
ije en v
na gira de despedida de la v
en el corazón del distrito más caro de la ciudad. Cuando salimos del ascensor h
ia -dijo, su sonrisa brillante y
-canturreó-. ¿N
ostrarnos su
Tenemos exactamen
lugar de Damián. Los mismos muebles minimalistas, la misma paleta de co
nsando, ya que las distribuciones son idénticas, que incluso podríamos
aro. Una vida compart
nrió, parecien
ene un gr
el estómago, pero esta vez fue dife
ta de vinos más larga que mi brazo. Me entregó el menú, un gesto sutil y cruel. Miré las palabras en francés
ustia y me quitó e
le dijo a Carla, como si explicara los háb
u voz goteando falsa simpatía-.
vió ha
s, Blanca? ¿
s, las complejidades de su trabajo. Había pasado die
cosa está b
biertos. Tiré mi vaso de agua, el cristal rompiéndose en el suelo de mármol. El ruido
ír sus susurros mientras me iba. "¿Quién e
amentado. La mujer que me devolvía la mirada era una extraña. Pál
mundo. Nunca
n todo el restaurante. El pánico estalló.
ico pensamient
briéndome paso entre la multitud
u silla estaba echada h
bía d
, mi tobillo torciéndose dolorosamente. Ca
gura. Sostenía a Carla, que tosía dramáticamente en su hombro. M
o! -dijo, pero no se movió.
la, su voz ahogada contra su traje-. P
desgarrado. Pero fue solo por un segundo. Tomó a Ca
lo, en medio del caos,
do, mi tobillo gritando de dolor. Vi su coche al
cho su e
momento,
luego fui directamente a casa. Saqué mi teléfono y reservé un
to. Lo vi en nuestros apretados departamentos, estudiando hasta altas horas de
n edificio en llama
de pie junto a mi cama, una sil
stenía mi bole
un gruñido bajo de incredu