ara venir aquí a congelarme el trasero?", preguntó Eden McBride, mirando
larga cola que serpenteaba alrededor
o de los clubes que presentaba más desafíos para ingresar; en especia
primaria. Las cuentas de plástico transparente que colgaban de sus largas trenzas estilo
oche, ella se veía increíblemente sexi. Por eso, los tipos que se arremolinaban a su alrededor
am. Bastaron unos pocos segundos para que su teléfono comenzara a sonar de manera incesante con las notificaciones de sus millones de admiradores que
tiempo que se acomodaba el cuello de su distintiva chaqueta de cuero. En los cinco o seis años que Eden llevaba de conocerla, jamás la había visto ponerse un vestido. Ni una sola vez. Aunqu
aneciera bajo el sol. Constantemente teñía su largo cabello castaño con vetas de mechones claros, pero los retoques envejecían con rapidez. Su rasgo más prominen
as hacer lo mismo!", intervino Lydia, con su brusqueda
ándose de carbohidratos y viendo horribles programas de telerrealidad. Le parecía fenomenal no tener que cepillarse el cabello o cambiarse de ropa durante días. Era feliz
na vida de recuerdos, cuatro años de momentos felices y sueñ
erraba los botones de su gabardina, feliz de haber tenido la previsión de llevarla, incluso
varios hombres tan altos como las torres de las oficinas circundantes, y tan apuestos que parecían haber sali
o Eden vio que los hombres hacían caso omiso de la fila, perdió toda la paciencia y
do de hacerse camino hacia la entrada. Él se dio la vuelta para m
itieran tomar pequeños respiros. Con aquella cabellera brillante como una llamarada, ella hubiera esperado que sus ojos
scena", advirtió Sienna, apretando
er cortés, sobre todo cuando estaba tan co
a imponente del hombre, pero, incluso con sus tacones d
, con una voz capaz de derretir las pantaletas
dos hoyuelos en las mejillas. Y como solo aparecían cuando él sonreía, tal y com
con frialdad, odiándolo un poco, pues
dos. Eran tan blancos que debían ser carillas dentales. No había otra explicación, ya que no parecía po
ado de mirarme con la boca abiert
poner tanta atención en todos aquellos detalles
interminable. "Hemos estado aquí, esperando por más de
modelos de los anuncios de calzoncillos Calvin Klein se reían por lo bajo. Eden hubiera deseado borrar aquella sonrisa de satisfacción de su rostro con sus peq
arás en la fila, como todos los demás", dijo la chica pa
ieron tirando de su brazo con insistencia, pero la chica estaba tan harta de todo, que no se dejó intimida
lándole un delicioso aliento olor a menta en el rostro, al mismo tiempo que encogía los hombros
que cuidaba la entrada, el pelirrojo señaló a las