seco. Por un segundo, me quedé parada en el pasillo, escuchando
a en
ar - si es que a
os que me observaban. Un plato con salsa reseca descansaba sobre el fregadero. Un vaso con marca de labial desvanecido al lado
la cama. Era pequeña, antigua, de tela color vino, con las esquina
a huida desesperada
ueso - París era más fría que Nápoles. Medias, cepillo de dientes, el cuaderno de tapa azul donde solía
modando, como si estuviera empacando no
dos. Solo para lo que necesi
bros que él nunca leyó. El cojín que yo bordé, y él se rió diciendo que "no combina
quiv
r en nuestro primer mes juntos. A él le disgustó. Salió quejándose. Pero yo lloré al final. Guardé el boleto no por él, sin
l bolsillo d
El cierre sonó co
vo el mensaje de Sophia. Esa
pre.
antalla. P
. Ya venía
ntiguo de mí. En el pasillo, los cuadros colgados parecían observarme. En el ha
es do
emente era ajen
un señor de expresión cansada, bajó y me ayudó con
puerto, p
y encendi
lograban tocarme. En el asiento trasero, cerré los ojos. No pensé en
ula. Siempr
en S
abrazando el mundo. Pensé en las tardes que pasábamos tiradas en el suelo de su sala, escuchando música e
que huir no era deb
tel electrónico anunciaba los próximos vuelos. Me acerq
arís. Lo más p
ró, luego consu
a mañana. Última fila. As
qui
cumento. Co
st
l aeropuerto. Me lavé el rostro. Me quité el lab
n rojos. Pero había
o
e de
de la ventana, abrazando mi maleta como s
madrugada daba paso a un tono grisáceo y suave, como si e
letras estaban un poco desvanecidas. Pero la fecha
nr
sa pequeñ
verda
taba
upiera lo que
en mucho tiempo,