de retenerme, incluso cua
eran el único lugar donde podía encontrarme en silencio. El olor del café recién hecho mezclado con el mar a lo le
o y hacía lo que él llamaba "mi trabajo": responder mensajes, planear stories, editar fotos, cuidar de lo que la gente esperaba que yo fuera. Era extraño có
, era un secreto entre el viento y yo. O mejor dicho, un secre
s yo arrastraba la mochila pesada por las escaleras de la universidad. - Esto te
luchar. Porque creer hacía que el sile
a la deriva. Enzo prometió ser mi puerto seguro, pero, al final, se convirtió en la tormenta. Con
ro solía sentarme en un banco escondido detrás de una iglesia antigua, cerca de la
oz baja. Allí había una vida que no me pedía nada. Era como si, en ese lugar, pudiera respirar sin peso. A v
so me segu
callado, o podía estar irritado. A veces llegaba de repe
tardaba en responder el teléfono. - ¿No entiendes que e
onde mi texto se borraba y reescribía en cada escena. Era com
dibujos antiguos. Era un boceto de una mujer con los ojos cerrados, rodeada de hojas al vient
te, imaginé cómo sería poder volver a ser esa mujer. La sensación fue
ió la puerta. Enzo es
ntó con esa voz que siempre sabía
- respondí, intentando sos
fue, dejando que el silenci
do, en las voces que podía oír si me callaba. Sentí nostalgia de mis padres, de cómo mi madr
cambiar dolía. Cambiar era perderse. Ca
"nosotros". Porque en el fondo, una parte de mí ya empezaba a susurrar: