só la noch
e las habitaciones como raíces. La casa hacía ruidos. Muchos. Y aunque era natural que una estructura antigua crujiera, rechinara o susurrara con el viento, había algo en a
or las rendijas. El tiempo distante que se manifestaba a su manera. Pero n
alrededor de la casa. Aún no tenía electricidad. Se puso un abrigo más grueso, preparó un té con lo que encontró en la antigua desp
la pared lateral de la casa. Recordaba vagamente a la tía Vivienne cuidando ese jardín con esmero. Siempre con sombrero, siempre con los gu
l sabor de hierbas envejecidas dejaba un r
bir al pis
por una fina capa de polvo. A medida que subía, sintió un leve perfume en el aire - no lavanda, como en la planta baja, sino algo má
stura de la tía. Abrió la primera puerta, la habitación donde solía dormir de niña. Reconoció de inmediato el papel pintado con flo
de una mujer que Eleanor no reconoció. La imagen estaba algo desvaída, pero las m
scritorio. Se sentó allí unos minutos, sin un propósito claro. Tomó uno de lo
ge la libertad,
su tía. Sonrió, aunque con
la electricidad. Quizá comprar comida, velas, descubrir si aún había vecinos.
omó el bolso y bajó
aire frío la golpeó como una bofeta
llas en e
iado pequeñas para un adulto. Y se desvanecían justo en la
ño. Miró alre
gustaría admitir. Quizá un animal, pensó. O algún vecino curioso
le