a se hubiera asentado en cada mueble. Mi padre, Ricardo Alcocer, un hombre que antes caminaba con el pecho inflado, ahora estaba encorvad
de la autoridad que alguna vez tuvo. "Damián Montenegro es el ún
Es un chantaje! ¡Ese tipo nos odia! ¡Quiere humillarn
é quieres que haga, Leo! ¿Que nos quedemos en la calle? ¿Que lo perdamos
el frío no solo en el ambiente, sino dentro de mis huesos. Sabía cuál era el precio de Damián Montenegro. No
mones. "Yo lo haré", mi voz sonó ext
ie de un salto. "¡Elena, no! ¡No puedes! ¡Ese h
los ojos. "Aceptaré casarme con él, pero con una condición. El estudio de mamá, sus pinturas,
e revolvió el estómago. "Hija... lo juro. Protegeré el estudio de tu madre con mi vida
corrían por su cara. "Por favor, Elena, no
En una etapa avanzada. Los tratamientos eran caros y las probabilidades bajas. Mi sacrificio no era solo por la familia, era una forma de darle un propósito a mis últimos meses, de asegurar que al menos algo de no
o hubo invitados de mi lado, solo los socios y amigos de Damián, cuyas miradas curiosas y sonrisas burl
tallado en piedra, sus ojos oscuros no mostraban ninguna emoción. Cuando el juez nos declar
voz un veneno suave. "Disfruta de tu nueva vida, porq
pensamiento, claro y nítido, lleno de una furia helada. "Esto es solo el comienzo. Pagarás por c
ía siendo una máscara impenetrable. El shock me hizo dar un paso atrás. Damián me sujetó el brazo co
ndo animadamente con uno de los socios de Damián. Me vio, y por un segundo, su sonrisa vaciló. Luego, me dio la
ron a un cuarto pequeño y austero en el ala de serv
io. Te asignará tus tareas. No eres la señora de la
s me sacudió el cuerpo. Corrí al pequeño baño y vomité en el inodoro. No era comida, era un líquido amargo con hilos de sangre. Me l
sación de fraude. Ricardo Alcocer sobrevivió, pero el padre de Damián se quitó la vida, dejando a s