descalzos se movían sobre las baldosas gastadas, siguiendo el ritmo de un jarabe tapatío que sonaba en mi
of
ca imaginaria. No me giré. Sabía que su
endo a mi lado, persiguiendo una pelota de plástico. Mi
r," les dijo, su voz era miel. Les limpió un
ojos volvi
n esos pies. Pareces animal pateand
los días. Mis hermanos, a quienes recogió de la calle, eran
ero era inútil. Tenía los ojos de mi padre, Ricardo, y la forma de la cara de mi madre. Una vez, buscando entre sus
fuera más confuso. ¿P
staba ahí. Mi padre, un mariachi respetado, afinaba su guitarrón con su grupo. Yo me había
la nieta talentosa. Pero entonces vi a mi madre. Estaba de pie junto a la mesa d
do a hacer en casa para humillarme. Pero esta vez, en lugar de caer, me recup
encima de la mús
aciendo el ridículo! ¡Bájate de ah
entí cien pares de ojos sobre mí. Las lágrimas me quemab
pá.
No le hagas caso, chap
omentáneo. Él sie
metros. No podía oír lo que decía, pero vi sus labios moverse en un susurro rá
o se frunció. Se puso pálido. Cuando mi madre terminó de habl
antes me miraban con amor, ahora estaban llen
ó hac
rto," dijo, su vo
, pap
, y me empujó con tanta
zón hecho pedazos. No entendía nada. ¿Qué le había dicho mi madre? ¿Qué pa
manos, sus "joyas", y abrazarlos.
ra merecer tanto odio. ¿Qué secreto terrible podía
-