. Me dejaron en una camilla en un rincón, esperando. Cada minuto era una tortura, cada contracción en mi vientre era un recordatorio
. Nadie me
Era Ricardo. Su traje caro estaba arrugado y manchado, su cabello perfecto, ahor
camilla, su som
a un siseo bajo y venenoso. "¿Esto es
ó una punzada de dolor. "Ricardo, yo no hice
os. "¡Sé que lo hiciste a propósito! ¡Viste el mensaje y te pu
aliento. Era una mentira fabricada para protegerse a sí m
quemándome los ojos. "Por favor, Ricardo, a
vi un destello de algo en su rostro, ¿duda? ¿miedo? Pero desapareció
sin alegría que resonó e
tica. Buscando atención a cualquier costo", dijo, su v
iradas sobre mí, juzgándome, condenándome. La mujer loca, la prome
ratando de agarrar su brazo, de hacer
tazo brusco. El desprecio en
rrera como modelo podría terminar por tu culpa", continuó
o a centímetros del mío. Su a
e todo, Xi
mi camilla y la arrojó contra la pared. El estruendo hizo que todos saltaran. Lue
a y decidida, caminando hacia la habitación de
final y devastadora que me arrancó un grito ahogado. Sentí como si
desvanecieron en un zumbido lejano. Las caras curiosas
su desprecio, la certeza de que me había quedado completamente sola. Había perdido m