stro pequeño departamento, mientras los gritos de Mateo esta
s huesos, observando cómo aquellas molestas letras doradas aparecían frente a
que costaba tres meses de mi sueldo mientras no teníamos para el alquiler,
y la posibilidad de llamar a la policía al ver mi corte, una oferta que rechacé por ine
na novela barata, él el genio atormentado, yo la musa sufr
i piel: Mateo me había engañado con mi prima Isabe
a fría me consumió: "Se acabó. Saca tus cosas. Ya p
, mi propia madre me abofeteó por contradecirlo, y mi jefe me
a quitado todo, hasta que en la profunda desesperación, la voz del "autor" , el Dr. Ramírez,
meterme, le juré: "Soy un cactus, imbéci