oda de Jorge
ue firmé un contrato de m
odas las revistas de sociedad. Sofía, su amante, lucía un vestido de novia que costaba más de lo que yo había gastado en
ualquiera que lo viera pensaría que era el novio más feliz del mundo. Pero yo conocía esa mirada. Conocía es
staba en o
, esa mente había sido mi campo de
recorrían a los invitados, buscando algo, o a alguien. Frunció el ce
mente un reproche. Jorge lo ignoró por completo.
n su lista de con
el botón
o el gesto como si se estuviera ajustando el cuello de la camisa. Nadi
nten
taba en la ducha o si tenía fiebre. La regla era simple: cuando Jorge llamaba, Natalia respondía. Era p
arlo. Directo a
oy? ¿En el día de su boda? El día en que, supuesteamente, nuestro contra
licación de
ió, su pulgar golpeando
vi
je no se
pequeño círculo rojo co
rsal que no deja
ía blo
nada. En su mente, solo había una cosa: el descarado círculo rojo. Una bofetada digital. Una declaración de guerra silencios
levantado y se había ido, cer