d. Podía imaginar perfectamente la escena: el doctor Morales, un hombre de ciencia y razón, miran
hé fue un suspiro
te y autoritaria, sino apagada, casi un su
alejándose de la
adera con mis puños débiles. "¡Es una
por favor, no s
andonado. La esperanza, que había brillado tan intensamente por un momento, se extinguió de gol
a alguien más. Una voz familiar, una
? ¿Está
. Él era uno de los que me pasaba libros a escondidas.
avor, mis padres me tienen encerrada!", grit
y firmes. Luego, silencio. Y después, pasos que se acercaban. La puerta del sótano se abrió. La luz me
omo pude y c
locos. Me encierran, me golpean, no m
aban detrás de él, en la sombra del pasillo. Mi madre sosten
. Lo abrió. Lo leí en su cara. La misma transformación. La indign
de un extraño. "Tus padres... el
chillé, señalando mi ropa sucia, el sótano inmund
ero él me apartó con una
calmarte. Tienes que...
iró una última vez, con una pena infini
sabía que la situación era...
Mi último faro de esperanz
La habitación empezó a dar vueltas. Miré a mis padres, parados ahí como dos estatuas. Mi
do sobresalía de una viga de madera. No pensé. Solo actué. Quería que el d
el clavo cuando unos brazos me rodearon por l
a desesperada, su cuerp
i niña, no!", sollo
ado en la puerta, con la c
e gritó mi madre, sin soltarme. "¡C
ro su voz temblaba. "¡Si solo obedeciera
eciéndome como si fuera una bebé. "¡Estamos destru
eza, pero yo ya no los escuchaba. Estaba vací