sgarradores de mi hija Valentina aún resuenan en mis oídos
s y madre de mi hija, de pie junto a la puerta, con el rostro impasible
estado muerta en vida. ¡Hoy las arrastraré a las dos conmigo para que le hagan compañía!" El dolor
s odiaba. Nos odiab
io tan puro y mortal. ¿Por qué nos culpaba de la muerte de Ricardo,
drogada, buscando mi ropa. Esta era la noche en que mi hermana Sofía la drogó, la noche que lo ca