or amabilidad, sino para mantener las apariencias y evitar preguntas incómodas. Las enfermeras eran amables pero distantes, acostumbradas a ver todo tipo de dramas fa
ndo a la cámara con una copa de champán en la mano. A su lado, Valeria lucía un vestido nuevo y caro, feliz. Y junto a ellos, había otra mujer. Una mu
raba con una adoración que nunca, ni por un segundo, me había dedicado a mí. Sentí una punzada de algo feo en el pecho, una mezcla de celos y tristeza. Yo había pasado tres añ
i, vestida con la misma ropa con la que llegué. El viaje de regreso a la mansión fue s
Algunas prendas de ropa, un par de libros, los pocos objetos personales que había traído conmigo. Metí todo en
stás hac
e pie en la puerta, con los brazos cruzados y u
aleria," dije, sin dej
"Mañana es la fiesta de cumpleaños de la abuela. Tienes que
s, un vestido de diseñador absurdamente caro. Era otra de sus herramientas de contr
con unas tijeras, una y otra vez, destruyéndolo por completo. En el fondo de l
ta, caliente y amarga. Pero l
una voz que no reconocí como mía.
ino a mi habitación. Siempre había sido la más "amable" de la
dijo, fingiendo preocupación. "Pero no te pre
legante. Desconfié, pero no tenía otra opció
a," dije, forz
. Ahora baja, que
arlaban, con copas de vino en la mano. En cuanto pisé el último escalón, todas las conversacione
ces,
to sobre mi vestido blanco. Grité po
!" dijo un hombre,
me empujó. Tropecé y caí de rodillas en el centro del saló
eíste que podías usar el mismo vestido que usó Eva
habían vestido deliberadamente con una réplica
a la fuerza. Lucía me abofeteó, fuerte. El soni
pa! ¡No es digna d
arrancaron el vestido del cuerpo, pedazo a pedazo, hasta dejarme casi desnuda en medio de docenas de extraños. Sus ojos me devoraban, llenos de desprecio y bu