ondía a su edad. El golpe fue seco, duro, y mi cabeza rebotó contra el frío suelo de mármol. Un zumbido agudo
mala! ¡Le pegaste a mi ma
siempre, un veneno que me había estado inyectando día tras día durante los últimos tres años, desde que llegué a esta casa. Eva, su madre
testaba, adolorido por los golpes anteriores. Valeria no esperaba. Se lanzó sobre mí, s
de mi casa! ¡No
con suavidad, las consecuencias serían peores. Doña Carmen, la abuela de Valeria y madre de Leonardo, observab
mente dulce. "La niña solo está desahoga
siva. Me quedé quieta, recibiendo los golpes, sintiendo cómo cada uno de ellos me hundía más en un pozo de desesperanza. El olor a cera cara para pisos y a perfume
umbral. Su rostro, usualmente impasible, se contrajo en una mueca de disgusto al vernos
pegó! ¡Me dijo que
rros. Su mirada se posó en mí, fría y cortante. No h
e trueno. "Levántate del su
ijo. "Leonardo, cariño, la niña estaba mu
tención seguía fija en mí. "Ve a tu cuar
e él fuera a creer. Caminé hacia las escaleras, sintiendo sus miradas clavadas en mi espalda. La d
tenido por fin corrieron por mis mejillas, mezclándose con el sudor frío. Miré mi reflejo en el gran espejo de
, pensé que había encontrado un refugio. Qué ingenua fui. No era un refugio, era un contrato. Yo era la niñera, la sirvienta, el saco de boxeo emocional para u
speranza que me quedaba se extinguió. Ya no más. No podía seguir así. El contrato de cinco años que había firmado e
caran. Era Leonardo. Se quedó
estado hablando de irte c
a baja, a
ntar la mirada d
ees que irás? No tienes a nadie. No tienes nada
é, la voz ronca. "Pero
n lugar de eso, se dio la vuelta. "Deja de hacer dramas. Valeria
de sus palabras y la fría certeza de que mi decisión er