osol y a cemento húmedo
, a su pelo, a la pie
nstruo de ladrillos sin pintar y techos de lámina, un laber
cumbias escapando de ventanas abiertas, el grito del
ito. El corazón bravo
a lo p
s. Eran rostros. Rostros de jóvenes desaparecidos, de mujeres asesinadas, de gente olvidada por el sistem
pequeña casa, justo al otro lado de la calle. No decía nada. Solo miraba. Sus ojos,
ecretos de cada familia, que los políticos la buscaban en tiempos de elecciones y que los criminales le pedían consejo
nía, la muralla que la separaba de los
cara de una madre buscando a su hijo la miraba co
, mija," dijo una vo
os, los parásitos del barrio. Si
Sofía sin voltearse, limpiando un
risa burlona. "Aunque como que le falta colo
gos se
miró de arriba abajo, con un
voz plana. "Y cuenta historias más importantes que las pendejadas que se t
so rojo. Dio u
pendejo, pinche ar
" respondió Sofía, sin re
ó al abrirse un poco más. Nadie salió, pero todos sintiero
iva. Miró a la pue
rte," masculló.
pezando con su
o y volvió a su mural. Sabía que eso no se quedaría as
del incidente. Hablaron del clima, del precio del aguacate, de cualquier cos
susurro, pero las palabra
'El Cacas' . Anda molestando. Dale
una p
to. Pero uno bueno. Q
levantado en una camioneta sin placas. Nadie vio nada, pero todos sabían. Horas después,
arse a menos de tres cu
ela era real, silencioso y terriblemente efect
l. La gente del barrio pasaba y le dejaba una botella de agua, un
na tarde, t
silencio pesado, antinatural, cayó sobre Tepito. Sofía
la mi
do la calle. Hombres con ropa de marca y armas largas que no intentaban ocultar
erraron, las cortinas se corrieron. El
y tenía una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Sus botas de piel de cocodrilo resonar
"El P
surraba. El dueño de la ciudad,
varon en el mural. Caminó lentamente hacia él, como si estuviera en un
us ojos encontraron a Sofía
isa se
a," su voz resonó en el si
había sentido, se apoderó de Sofía. Sus manos temblaba
hí," orden
nó desde la puerta de
ingún lado conti
ar a Doña Elvira. La sonri
fingido. "Qué sorpresa. Pensé que
o a la luz. Sostenía una escoba, pero en sus manos parec
ó, un sonido se
n ese talento, ella es exactamente lo
comenzaron a camina
más fuerte que el miedo. Dejó caer la lata y saltó del andamio, cayendo
a como la palma de su mano. Escuchaba los gritos y
iero viva!" gritó la vo
as para bloquear el camino. Su corazón latía tan fuerte que sent
echa entre dos edificios que llevaba
a alcanzaba. Sintió un tirón en su camisa, la tela se rasgó.
r a la avenida, a la mu
mbre la esta
d y una gracia que no encajaban con su complexión. Antes de q
levantándola del suelo. La otra mano
ateando, mordiendo, pero era i
lta al callejón, h
ue ella. Tenía una cicatriz que le cruzaba una ceja y sus ojos eran oscuros, llenos de un tormen
la propia respiración agitada de Sofía. "No hagas e
naba casi como una adver
Joven S
unto a la puerta abierta de la Suburban. Doña Elvira estaba de pie, inmóv
s de su abuela, Sofía vio una prome
ió la mejilla. Su t
go, florecita," sonrió. "V
de la camioneta. La puerta se cerr
ofía miró por la ventana polarizada. Lo último que vio fue el rostro de su abuela, una promesa de
bía transformado en algo
Joven Sicario sobre ella. No era la mirada de un captor
u nueva prisión, a