ueño inalcanzable para la mayoría de nosotros, los hijos de los obreros que vivíamos en las colonias populares de la Ciudad de México. Mi padre, un hombre que había dedic
le, el aire estaba cargado con las espera
parte de la gerencia de la fábrica, lo que añadía una capa de incertidumbre que nos carcomía a todos. Se oían susurros por todo el lugar, frases sueltas que delataban la ansiedad general. "¿Crees que nuestro hijo tenga chance?", le dec
en el salón, así que salí al patio trasero, un lugar lleno de cajas y maquinaria vieja. Fue entonces cuando escuché voces. Eran Mateo y su prima, Camila. Me
ne alguna oportunidad? Es buena para sus dibujitos, pero es
de Mateo, la respuesta que me tranquilizarí
lé con el gerente. Le insinué que tu familia podría hacer una donación generosa a la fábrica
sa si se entera?"
cuenta. Y si lo hace, ¿qué más da? Entenderá que hay cosas má
en su camino para complacer a su prima rica. La rabia y la humillación me quemaban por dentro. Regresé al salón justo cuando el gerente carraspeó frente al micrófono, listo
ltural en España, después de una cuidadosa deliberación y por
tó de alegría y me abrazó con fuerza. Yo no podía reaccionar. Miré hacia la puerta y vi a Mateo y a Camila, con los rostros pálidos por l
ión de pánico en el rostro. Agarró mi
ué increíble... pero...
arté
a Camila? Sabes lo mucho que significa pa
clara, tan descarada. No dije nada. Solo negué con la cabeza lentamente,