y frijoles calmaba el hambre,
istro regular de carbohidratos, empezó a pedir más. Quería proteína
de mis compañeros. Los sándwiches, las t
ndo volví a enco
ma secundaria. El primer día que lo vi, sentí u
sorpresa! T
tratando de
del almuerzo, él se sentó a mi lado. Abrió su lonchera y, como en l
sin necesidad
Pero mi hambre era más fuerte que mi orgullo. Acepté la mitad de
iéndolos conmigo. A cambio, yo le ayudaba con la tarea de historia, que a él se le dificult
, como siempre en mi
de Mateo consiguió un trabajo mejo
lo vi, me dio su
odo tú", me dijo. "P
a recordar", le respondí, tratand
ido. Y así, sin más, mi fuente d
y frijoles, y la frustraci
sola, cuando una de las chicas populares, Valeria, se tropezó y cayó justo frente a mí. Su
te, pero no vio el billete, que
ejándose, sin darse
Miré a mi alrededor. N
estaba ahí,
jamás había tenido en mis manos. Podía
y con un movimiento rápido, pisé el billete. Fi
bolsillo. Pesa
Valeria era presumida, pero no era
abía aprendido a sobrevivir, me gritaba que me lo quedara. Era
evo. La señora que servía estaba de mal humor. Cuando me tocó, prá
gritó, sin si
tro de mí
é. "¡Esto no es n
silencio. La señora se giró, c
jiste, e
impuestos, bueno, mis padres pagan impues
se puso ro
ó. "Si no te gusta, ¡lárgate! Deberías estar agradecida de qu
eron justo en la h
ños se empez
los puños, el billete de doscientos pesos en mi bolsi
o eso. Esa señora iba a pagar por lo que me h
r su pequeño