zo llenaba nuestra pequeña casa, un
movía la cuchara en el sartén. El sonido d
cena?" preguntó mi herma
un niño que nunca había sabid
favorita", respondió ella, girándose con
frijoles, chorizo, arroz rojo y dos tortillas c
acia mí. Su sonr
tillado, y me sirvió una cucharada escasa de frijoles s
oner gorda y nadie te va a querer", di
te años y er
su comida, haciendo ruidos de satisfacción. Cada boc
me hacía
más. Una especie de filtro que
os, se paseaba por el salón. Yo no veía sus brazos, veía dos piezas de pan
dondas y rosadas se reía, yo veía dos panecillos dul
El mundo se convertía en un buffet interminable y
ó un pequeño concurso de dibujo. El premio
enta
rtas de tamal, veinte refrescos de bolsita, o
Mateo, porque yo no tenía. Dibujé un paisaje de la Ciudad de México, con sus vo
ga
ntregó un billete de cincuenta pesos. Lo sentí en mi mano,
razón latiendo con fuerza. Iba a comprar comida, mucha
gritando: "¡Ma
viendo la televisión
gana
os, en un conc
se iluminaron, pero no de org
a mano con una velo
en el delantal. "A tu hermano le hacen f
sintiendo cómo se me form
familia. Y tu hermano es hombre, él necesi
ra solo un vacío en el estómago, era un hueco en el pecho. Entendí que no importab
vi dejar su monedero sobre la mesa de la cocina p
mpezó a lati
patio. Escuché el sonid
. Había varias monedas. Tomé dos de a cinco pesos. Solo dos. Lo
rincón, justo cuando ella ent
sentían pesadas, como una culp
gar de irme directo a casa,
tamal verde y un atol
a mitad con el tamal humeante dentro. El atole estaba t
n un callejó
osito, todo mezclado en mi boca. Comí despacio, saboreando cada pedazo.
iempo, mi estómago estaba
tí poderosa. Si el mundo no me iba a dar lo que n