de chicas". Yo, Ricardo Morales, a quien todos llaman Ricky, lo sentía en los huesos. Llevábamos cinco años de ca
ver el fútbol, olvidar el ruido de las máquinas por un rato. Abrí el refrigerador, la luz blanca ilum
anca, de esas de laboratorio. No era de comida. La tomé, sentía
ente: Sofía Pérez. Médic
bía hablado? Con los dedos temblando, abrí la caja. Dentro, en un pequeño contenedor de pl
ió la espalda. Junto al contenedor, había un papel d
esdo
ón voluntaria del embarazo
rto. Sofía había tenido un aborto. ¿Cuándo? ¿Por qué no me dijo nada? Nos
bajo, en la sección de datos del
dre (declarado
te
de la universidad. El tipo que siempre estaba cerca, siempre con una sonrisa fal
a, el pequeño embrión, el hijo de otro hombre. El hijo que ella decidió no tener, y luego, en un acto de
la puerta prin
rreó Sofía, su voz falsamente
bre la barra de la coci
risa se congeló cuando vio la caja. Su rostro perdió todo el color. Las
té, mi voz era un susurro ronc
a, tratando de cerrarla, de esconder la evi
he dicho que no andes de metiche!"
tándola suaveme
rga, horrible, salió de mi garganta.
e par en par. El pánic
¡Suéltame!", me e
un odio que nunca antes había visto. En ese instante, supe que todo
ora firme y fría. "Duerme en el cu
casa tambié
lo un lugar donde guardas tus secretos
millación. Tomó su caja y salió corriendo de la cocina, subiendo las
piso, rodeado de manzanas y latas. Mi cabeza daba vueltas. Recordé nuestras noches juntos, susurrándonos al
era me
ro". Recordé las cenas familiares, donde mis suegros, Don Fernando y Doña Elena, lo trataban a él con
pura y helada. Ella no solo me había engañado. Me había humillado. Había jugado con nuestr
n silencio. Si querían apariencias, les iba a