el mundo se convirtiera en una violenta explosión de vidrio y metal retorcido. Mi cuerpo se sacudió sin control, y lo últi
fundo, un eco en mi alma. En esa neblina entre la vida y la muerte, escuch
án mue
e, una voz que siempre había destilado una dulzu
pero no por mucho. El hospital confirma
rme. El empresario tequilero que mi madre amaba con una devoción ciega. Su tono er
servirán. Con el seguro de vida millonario que les saqué, nuestro futuro está asegu
i madre y a mí. El accidente no fue un accidente. Fue una ejecución. Y el motivo era tan monstruoso que mi mente apenas podía procesarlo:
. Un par de piezas de repuest
ni en un hospital frío. Estaba en mi cama, en mi habitación, con la suave luz del sol de la mañana filtrá
brazos. Estaba intacta. Viva. Miré el calendario en mi mesita de
regr
nda opor
cambiado. La ingenuidad había desaparecido, reemplazada por una llama fría y dura. Ya no era la hija que buscaba la
les abortos en su obsesiva búsqueda de un heredero varón, destrozando su cuerpo y su espíritu poco a poco. Y mi madre, Elena, ta
a que usaba a su propio hijo enfermo como un
an los m
pejo, y una promesa silenc
susurré, mi voz t
á a la luz. Y ustedes dos... ustedes dos pagarán por cada lágrim
re acababa de comenzar. Y esta vez, y
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