torno, un sonido metálico rompió el silencio. El ruido de
de un pánico puro y sin adulterar. Miró de la puerta
, más para sí mi
el carisma arrogante de quienes están acostumbrados a la adoración de las multitudes y una sonri
nte hacia ella. Se inclinó y besó su vientre abultado con una familiaridad que me r
ra lenta. Yo estaba ahí, parado a menos de tres metros, y
l terror, intentó a
, musitó, lanzándome u
presencia. Levantó la vista, y su sonrisa no vaciló, s
de arriba abajo con desdén. "El chef. Armand
ra un recuerdo lejano, un pers
ofía, pero sin dejar de mirarme. "¿Por
ara provocarme, para establecer su dominio e
", suplicó Sofía en voz b
de Sofía. Luego se dirigió a mí directamente, su voz goteando veneno. "¿Qué haces aquí, Robl
rla, la absoluta falta de respeto. La rabia que había esta
de puta", gruñí, da
interpuso entre Ricardo y yo. Puso sus manos en mi pecho, empujándome,
!", me gritó.
bsoluta. La empujé a un lado, no con violencia, pero con la fuerza
e abalancé s
satisfactorio y húmedo. El famoso torero, el "Fénix", tropezó hacia atrás, sorprendido
la liberación de meses, de años de dolor