e del sonido de mi propia desolación. Leo no volvió. No llamó a la puerta. No intentó hablar conmigo. Estaba abajo, con su ver
hé sus pasos en el pasillo. La puerta se abrió lentamente. Leo
un susurro. "Lamento mucho tod
ada en el borde de la cama
e ir. Ella... bueno, la situación es complicada. Solo te pido unos días, Sofía. Unos días para que pueda arregla
o había tenido un hijo con otra mujer, sino que ahora quería instalar a su amante y a su hijo bajo
en el umbral de la puerta, con Leíto dormido en sus brazos. Su
stoy cerca de su papá". Su mirada se deslizó hacia Leo, cargada de posesión. Luego me miró a mí, una sonrisa casi imperceptible jugando en sus labi
intarme como el obstáculo, la usurpadora. "Amor",
cirla. Simplemente miró al suelo, incapaz de enfr
desviaron hacia el niño dormido en sus brazos. Y entonces lo vi. Algo
n latía con fuerza, un presentimiento terrible apoderándose de mí. Era
andonó mis
a Leo el día que nos comprometimos, jus
le había dicho yo, "y siempre enc
ado que tendré jamás. Lo llevaré siempre conmigo, cerca de mi corazón, c
a. Otra me
tra mujer. La prueba tangible de que mi amor no solo había sido traicionado, sino
a helada. Levanté la vista, primer
ba cargada de una ira que nunca antes había
lar, pero no salió ningún sonido. La culpa estaba
ndió, su voz goteaba un
ectamente cuidadas. "Es un regalo muy especial. Leo me lo dio hac
ión. "Dijo que era para protegernos. Un símbolo de
e pánico. No estaba enojado con ella por mentir, sino por decir la ver
r, mi promesa, mi futuro... todo había sido una mentira. Y el hombre que yo
-