olvía a mí en flashes dolorosos,
un trato, una transacción fría y ca
d degenerativa rara y costosa. Los ahorros de toda su vida como maestra se esfumaron en meses. Mis ingre
a, el dolor en sus ojos
mi trabajo; había comprado algunas de mis piezas para decorar
un heredero que ahogaba su dolor en alcohol y mujeres. Don Alejandro creía que Ricardo necesitaba una esposa buena, e
igió
odos los gastos médicos de tu abuela, los mejores especialistas, los
é en mi abuela, en su sonrisa debilitada, en el
ep
nas me miraba. Al principio, intenté cumplir mi parte del trato. Creí, co
de madera en los terrenos de la hacienda, el lugar donde él solía jugar de niño, con la esperanza de que le trajera buenos recuerdos. Ll
or crear un hogar, por
spués de una pesadilla, me buscaba en la cama y me abrazaba con una desesperación infantil. D
olo islas en un océano de
das. Yo había preparado una cena romántica en la cabaña
a casa principal, borracho, con u
fronté, se ri
un cuento de hadas?" , me espetó
o matrimonial del cajón de su es
reglo de mi abuelo. Yo te doy un techo y tú me da
uedarme dormida en el f
lvió más descarado en sus infidelidades, a menudo con mujeres
azaba con irme, él m
nstante. ¿Quieres ser responsable de eso? ¿Quieres
mo un arma para mantenerme a su lado, sumisa y rota. Yo vivía en una jaula de
accidente, una noche en la que Ricardo llegó más ebrio de
s ojos por primera vez en mucho tiempo
abuelo le encantará esto. Tal vez
en mi pecho. Pensé que quizás este bebé sería el ancla que
tont
va amante favorita, decidió que mi felicidad era una ofensa pe