oceso, y Ledesma mantenía un perfil bajo, probablemente ocupado con sus abogados. Aproveché esa relativa paz para enfocarm
spirar otro aire. Antes de irme, me aseguré de que todo estuviera en orden. Cerré bien las llaves de paso del gas y del agu
í te la cuidamos", me dijo
donde nadie me conocía ni sabía de mi pleito con Ledesma, fue un bálsamo para mi esp
dilla me est
a humedad y podredumbre me golpeó en la cara. Encend
s. Los muebles de madera estaban hinchados y deformados, los libros de mi pequeño librero
bía causado la inundación. El tubo de cobre que alimentaba la lavadora había sido cortado limpiamente, cominundarme, igual que el agua sucia inundaba mi casa. Cada peso que había invertido en la r
ña Elvira,
! ¡Mi casa es
orriendo, con la cara
cómo? ¡Yo no oí nada! Te ju
s y ventanas. No había nada forzado. ¿Cómo habían entrado? Luego recordé. La pequeña ventana del baño, la úni
te que por esperanza. Llegaron, t
de quién pud
estallé. "¡Fue Ledesma! ¡Es su
suspiró con
en solo por una corazonada. No hay huellas, no hay tes
siempre. La impotencia er
legaron al día siguiente. Su ve
fue un acto de vandalismo. El corte en la tuber
, cambiar el piso, reponer los muebles... era empezar de cero. Todo mi trabajo, todos mis ahorros, se habían ido por el desa
casa e irme lejos, cruzó mi mente. Quizás Ledesma tenía razón. Quizás y
trajo un plato de arroz con leche. Don Pepe, el carpintero, se ofreció a revisar los mu
jes vence
ntigo, no e
ad. Me hicieron darme cuenta de que Ledesma me había q
cibí una llamada. Era un amigo de la preparatoria, Javier, que ahora era periodista en un
ignación. "Escucha, la policía no va a hacer nada, y legalmente va a s
pregunté s
esto más grande. Vamos a contar tu historia, pero no como una simple nota roja. Vamo
oscuridad. Nuestra arma sería la luz. No podíamos probar en una corte que él había inundado mi c
egunté, sintiendo que la deter
go. Un juego de percepciones, de indirectas, de presión. Vamos a p
rándose para el siguiente round. Ledesma había ganado esta batalla, había destruido mi hogar. Pero la guerr