él esperaba, que una sonrisa condescendiente apareció en su rostro. Probablemente pensó que solo querí
gesto magnánimo. "Lo que sea para ma
"yo me encargo". Ella me lanzó una última mirada de d
illos de mármol de su imperio, R
aradamente. "Para asegurarle un futuro. Un niño necesita
álica al final de un pasillo. Ricardo la abrió, revelando un almacén lleno de cajas y mu
impaciente. "Pero date prisa,
s mi corazón latía con fuerza. Mi ver
ruyendo mi trampa. "Hay unos asuntos de impuestos que mi padre dejó pen
, ahora sí interesado.
lerta. "¿No se supone que todo eso estaba en orden? Y
l mom
. La abrí y puse sobre una mesa polvorienta una serie de extractos bancarios y transferencias. "Te encargaste de vaciar las cuentas de la emp
ierto a la ira y luego al pánico. Miró los
siseó. "Eso es... eso e
yo vivíamos en un apartamento miserable, mientras mi hija Isabella crecía en un barrio donde las balas son más comunes que las risas, tú
ó y apenas tuve para pagar las medicinas, el miedo constante con el que vivíamos. Le hablé
o una vía de escape. No la había. Por primera vez, lo
postura, de volver a ser
le. "Los negocios son complicados. Hice algunas inversiones arriesgadas, es
fue un ins
el almacén silencioso. "No entiendes nada, ¿verdad?
mirándolo directa
ré, mi voz como el acero
ía entendido hasta ahora, donde explicaba sus sospechas sobre Ricardo y le pedía
ándole la carta, "e
su rostro una máscara de terr