abello estaba perfectamente peinado, su maquillaje era impecable, y una sonrisa de superioridad se dibujaba en sus labios rojos. Se paró junto a Ricardo
su voz goteando una falsa dulzura. "¿Qué t
los socios de Ricardo, un hombre mayo
a tu encantadora esposa," dijo, mir
icardo se puso pálido, y Laura, por un segundo, perdió la compostura. Pud
rar el ambiente. "Soy Laura, una socia cercana de Ri
ento, un niño de unos cinco años, vestido con ropa de
toy aburrido," dijo el n
na camiseta que le quedaba un poco pequeña. El niño de Laura, en cambio, parecía un príncipe en miniatura.
prueba de que su relación con Laura no era nueva. Era un secr
atando de jalar al niño detrás d
y luego a su socio, que ahora nos miraba a todos con una expresión
tratando de desviar la atención hacia mí. "No tienes derecho
a del niño fuera mi culpa, y no el
el aire, absurda y desesperada. No iba a caer en su juego. No iba a grita
prendentemente firme. "Solo quiero recoger al
rada, que no supo cómo reaccionar. Para él, eran sol