ganaba era una victoria para los desamparados, una grieta en el muro de la injusticia que plagaba México. Salió del tribunal sintiendo el peso familiar y reconfortante
se evaporó en el instante en qu
deberían estar sus expedientes, se sentaba una mujer joven con una sonrisa afilada.
Elena Reyes, sus mentores, las dos pers
si fuera un trofeo, descansaba e
ya había vivido. En esa otra vida, había confiado ciegamente en Carlos y Elena. Les había entregado el libr
do el libro para "corregir" casos. Pero Sofía había visto la verdad: liberaba a criminales poderosos y condenaba a inoce
adr
prisión fue un infierno de desesperación. Traicionada, humillada, despojada de todo. Allí, sola en la oscuridad, comprendió la terrible verdad: el libro solo obedecía a Daniela po
ces, de
olía a papel viejo y a la promesa de una victoria inminente. Carlos Reyes, su
mo la abogada más justa. Ya es h
mismas. Cada sílaba
u ética", continuó Carlos, su voz teñida de una falsa preocupación. "
la muerte, era tan real que tuvo que apretar los puños para no gritar. Disimuló su furia, pasand
rme. "Mi ética es inquebrantable. Es más fácil para
fianza. No habría ceguera. Desenterraría
sonrisa no alcanzaba
anso. ¿Por qué no dejas que Elena y yo guardemos el libro por ti esta v
uchado en innumerables batallas, desde defensora pública para los más humildes hasta abogada corporativa par
ela, que la esperaba fuera de la oficina, vestida con el traj
la resonó en su memoria, llena de un triunfo cruel. "Pero no contabas
ue la condenaba. Con el juez principal convenientemente "retirado", Carlos y Elena lan
a burlona, le arrebató
. Sofía, no temas, sé que solo robaste mi libro porque fuiste abo
ía cegado. La injust
conocimiento. Con el dolor. Y c
aba de entrar en la oficina con la mis
voz tranquila pero con un filo de acero. "
único poder por encima de ellos. No volvería a confiar. No vol