siado. Alguien en la parte de atrás arrojó una lata de refresco vacía q
que no pasó desapercibido. Su único pensamiento era Isabella, a salvo e
gritó una voz, pero fu
nto áspero. El dolor agudo en sus rodillas fue eclipsado por la humillación ardiente.
ciales se abrieron paso, no con la urgencia de rescatar a una v
ciales, mirando a Sofía en el suelo con claro fastidio. "Señora, v
on!" , protestó Sofía,
o si estuviera hablando
Usted vino aquí a provocar. Ahora, levántese
la víctima, pero a los ojos de la ley y del mundo, era
ía de la casa, de la mano de Carolina, y en su pequeña mano llevaba un cochecito de juguete idéntic
jos muy abiertos, una mez
, dijo con la inocencia cruel
o en el mismo pavimento que había herido a Sofía. Emp
iendo de la casa
!" , le gritó a Sofía, como si sus
vamente hacia el niño, el instinto maternal superan
toques, m
humillante diseñado para "calmarla". Le quitaron el teléfono. Lo único que podía hacer era sentarse
de noche. Lo primero que hizo fue llama
do a un niño para atacarme! ¡Me arrestaron, Ricardo!
de fondo en la l
en el hospital con Mat
en su mano que la humillación
que entender... Hay cosas que no sabes" . Empezó a divagar so
lo. Era el mismo disco ray
do. No me importan tus secret
réeme, estoy haciendo
pero definitivo. Se sentía como si estuviera cort
do pesadillas. Cuando Sofía entró en su habitación, la niña
temblorosa, "¿es verdad que t
e quedó
e dijo eso
o vio en la tele. Dijo que por eso e
ra no solo la acusaban de ser una ladrona, sino que usaban
ía llegado a los
con la rabia protectora que la inundó en ese momento. Esto ya no
ntaba envenenarla. Y para hacerlo, estaba dispuesta a