camino, solo el movimiento autómata de sus manos en el volante y el peso insoportable en su pecho. Cada
paz y ahora era ausencia. Sus ojos se dirigieron inmediatamente al pequeño c
ropita de bebé doblada, tan pequeña que parecía de juguete. Un osito de peluche con un sombre
n el silencio opresivo del cuarto. Se derrumbó. Cayó de rodillas y el llanto que había contenido en el hospi
lo del cuarto vacío, hasta que sintió una mano en su ho
é y no contestabas. Vine
secándose las lágrimas con el dorso de la mano. No sabía cómo decirlo
má.
era u
hijo al cuarto. Vio la cuna, la ropa, y lueg
¿Pasó algo con el emba
una pérdida trágica e inevitable. En
. Pero tampoco pudo decir la verdad
. ya no es
escompuso. Se llevó una ma
ómo? ¿Qué pasó, mi hij
en. Está... e
asó al niño? ¿F
taba. Proteger a Sofía era un instinto, el último v
icaciones. Los doctores
pero se sentía como una
l sabía que el dolor de ella se basaba en una mentira. Estaban de luto por u
ada, como si volviera de hacer las compras. Vio a la mad
noches,
lentamente. Su dolor se había
a esta casa? ¿Cómo te atr
reció so
de qué
su voz temblando de rabia. "Sé lo que hiciste
cardo, acusándo
cont
dijo Ricardo, sintiéndos
po! ¡Lo tiraste a la basura! ¡O te vas tú de esta casa o se va mi hijo contigo,
sperando una reacción, una disculpa, algo
stá haciend
mo él siempre cedía. Él pagó la boda que los padres de ella querían y no podían costear. Él renunció a una oferta de trabajo en el extranjero
una fachada. Él siempre había sido el proveedor, el que resolvía, el que amaba po
usa absurda. La verdad era mucho más simple y mucho más cruel. Para Sofía, Javier siempre había sido más importante. Más