me siguió hasta mi habitación. Yo estaba sentada en mi escritorio, revis
s tan ocupada», dijo con sarcasm
os brazos cruzados. Su mirada recorrió mi habitación y
mis tesoros, todos los recuerdos
mente, su sonri
sta de dieciocho años, cuando me regalaste esa corbata y me miraste como si fuera el centro de tu universo. Leí tus
retando con fuerza. Sentí que el aire me falt
una niña», continuó, su voz se volvió más dura. «Pero ah
ó en el aire, p
. Era un regalo que él mismo me habí
s guarda la pequeñ
o nuestra de cuando yo era niña, una entrada de cine de una película que vimos juntos, y un puñado de peque
terías, lo sabía, pero eran mías. Eran la prueba de u
una risa cruel
última pizca de sentimiento q
o caro, y pisó con fuerza las pequeñas estrel
e como si me estuviera
stro a centímetros del mío
l pensamiento de que tú, la hija de mi hermana, sienta eso por mí... me
lones y salió de mi habitación sin mirar atrás, dejándom
a el pecho, un dolor agudo y profundo que me recordaba la asfixia.
a fría determinació
r mis cosas. No los recuerdos aplastados, s
ra hora de deshac
cepto por un nuevo y lujoso colchón en el centro. La leyenda decía: «¡Preparando la habitación de invitados para cuando v
, una de sus amigas preguntó
pes. Ricardo dijo que eran solo chucherías viej
lo un vacío. Se habían deshecho de mis pertenencias, pero también me habí
ba l