apso. Estábamos sentados en su coche, fuera de mi pequeño apartamento de estudi
sus manos en lugar de a mí. "Cuando te vi en e
y su mirada era
s a tirarl
?", pregunt
hagas más. Odio verlas en la basura. Si no las
Entendí que para él, esas rosas no eran solo un gesto, er
nunca más estarás sola. Nunca. Siempre voy a e
l cimiento de nuestra relació
una beca para una maestría. Fueron tiempos difíciles, pero increíblemente felices. Vivíamos
ables para levantar su primera empresa. Por las noches,
ante italiano los fines de semana y él lavaba platos en el mismo lugar. Nos
conciliábamos cinco minutos después, abrazados en nuestro viejo sofá, soñando con el futu
al me recordó dónde estaba. No en nuestro pequeño apartamento lleno de amor, sino en una clí
ir y ansiolíticos, un cóctel químico para silen
cía y agotada. Mientras caminaba hacia la farmacia del hospit
amor, me siento
tro una máscara de preocupación exagerada. Ella, con su aspecto de damisela en a
preocupación a la molestia. Se acercó a mí
u tono acusador, como si me hub
go. Cuidando mi salud",
Antes de que pudiera reaccionar, me la arrebató de
? Sofía, no puedes tomar esto. Te vas
trol, me revolvió el estómago. ¿Ah
e la recet
la familia que te vea. No quiero que ande
rdía la atención, int
e me bajó el azúcar.
fuera un trofeo. La dualidad de su atención era nauseabunda.
i un paso atrás, creando una
anquila pero inquebrantable. "Y no voy a ver al médico
a marcharme, a dejarlo al
da, su voz cargada de una ira pos
su mirada furiosa clavada en mi espalda. Por primera