te. El dolor agudo en mi vientre, la llamada frenética a Ricardo que se fue directo a buzón. Cond
etra temblorosa, y cuando la enfermera preguntó por el padre, s
se había detenido, me senté en la cama de la habitación, mirando la pared blanca. Intenté llamar a Ri
stoy en medio de una reuni
voz se rompió.
línea. No fue un silencio de shock o
s sea lo mejor. Con Mateo tan difícil últimamente, otro pr
co
uestro hijo no nato. Fue la última chispa de esperanza, la última pizca de a
ado. Ya no buscaría la paz, ni intentaría arreglar las
nte, en un extraño acto de autodefensa, viajó muy lejos en el
itectura, siempre rodeada de planos y libros. Él era... todo lo contrario. Se decía que era de una familia ri
a de al lado, hablando en voz alta, riendo. Yo les lancé una mirada de fastidio, pidiendo silencio con
esa?", dijo, su voz
ra graznar como guacamayos", respondí, sin apartar l
ra una persecución en toda regla. Aparecía en la cafetería con un café para mí
a llevarme en su coche deportivo, oferta que yo ig
asi infantil; yo, con mi resistencia fría y estudi
i. Y no está nada mal, además d
rte de mí, una muy pequeña y secreta, se sen
. Había pasado tres días sin apenas dormir, sobreviviendo a base de café y la presión de mantener mi beca
de unos arbustos. Me rodearon, pidiéndome la cartera y el celular. Esta
No dijo nada. Simplemente se paró entre los asaltantes y yo. Hubo un forcejeo, gritos, el sonido de un golpe. Cuand
arrogancia en sus ojos. Vi preocup
", preguntó,
orando, no tanto por el susto, sino por el peso de todo. Él se arrodilló a mi lado, torpemente me puso su chaqueta sobre
aja. "Yo te cuido. No voy
mantenido cerrado con tanto celo, se abrió de par en par para él. Sentí que bajo
probable, comenzó. Una historia que ahora, recordada desde