nido que apenas lograba disimular la tormenta que se gestaba en el aire de la lujosa sala de juegos de la mansión Herrera. Sofía Rodríguez soste
de Oro", como las llamaba la prensa sensacionalista, o más directamente, las siete am
el tablero de ajedrez de Sofía, y e
raje de diseñador no lograba ocultar la arrogancia que se desbordaba de cada uno de sus poros. A su lado, afe
isa ancha y depredadora
presento a Lorena. El único
músculo, sus ojos fijos en los de su esposo. Las otras mujeres intercam
peles sobre la mesa de póker, desparramando las
onde por ley, ni un centavo más. A partir
rió a las otras siet
tiempo, es hora de que se ganen el pan. A partir de ahora, servirán a Lorena. Serán sus damas de compañía, sus si
orena sonrió con suficiencia, disfrutando del espectáculo, viendo a estas mujeres, a q
inanzas con una mente tan afilada co
¿También quieres que le
, la cuarta, dram
riada de alguien. Mi carrera como actr
n. No estaba acostumbrado a que lo desafiaran, y menos
. Viven bajo mi techo, comen de
e desmentía la tensión del momento, dejó sus cartas sobre la mesa. Tenía una es
rigo. Ya no vivire
ete mujeres, una por una, y ellas le devolvieron la mirada con una l
clara y firme resonando en la sal
ó de la arrogancia a la
ablos van a ir? No
ron al unísono, como un solo cuerpo, un solo ejército. Derribaron sus sillas al suelo con un e
ente mientras observaba la procesión de mujeres abandonar l
or. Son unas desagradecidas.
o, no era la de una mujer derrotada. Era la de alguien que acababa de poner en jaque mate al rey. Por p