cerrar el pasador de hierro, una voz
í, Elvira? Los gritos s
fuerzo sobrehumano. La silueta que se recortaba contra la luz del patio le era familiar
rco. S
hizo llorar la recorrió. Estaba a salvo. Marc
ota y ahogada por el dolor. "¡
llo enmarañado y la ropa hecha jirones. La chica que le hablaba estaba hinchada y amoratada por los golpes. No se parecía en n
icismo claro en su voz. Miró a
echando la duda de Marco. Adoptó un
n susurro conspirador. "Llegó aquí diciendo que era la hija de no sé quién, que la perseguían. Le dimos refugio, com
mentiras con una indignaci
en la pared. "¡Marco, mírame bien! ¡Soy yo! ¡Vinimos juntos
familiar, pero la apariencia general era la de una extraña, una vagabunda, una loca. Su trabajo para su abuelo a menudo implicaba lidiar
su voz fría y distante. La decepción gol
e. "Está trastornada. Lo mejor será que la dejemos de
den para contener un problema, no para rescatar a un ser querido. "Pero sin tocarla más, Elvira. Mi
ropio primo no la había reconocido. La hab
no la llevaron a la pequeña habitación, sino a un cobertizo aún más miserable en la parte traser
e sacos de arpillera. La puerta se cerró con un golpe sordo y el sonido
no de una desesperación absoluta. Estaba sola. Nadie
Tonio volvió a su mente. La idea de que ese hombre la tocara, de que la forzaran a ser su esposa, encendió algo en su interior. L
tal oxidado, tierra fría. Entonces, sus dedos se cerraron alrededor de algo duro y afilad
con fuerza. No era mucho,
pared de adobe y la hoz rota firmemente agarrada en su mano. Esperaría. Y si alguien entrab
traba con un plato de comida y l
" , dijo, acercándose
que de miedo, se abalanzó hacia adelante, no para atacar, sino para mostrarle el arma.
lando de adrenalina. "¡Te acercas un p
nfusión. Retrocedió tropezando, el plato de comida cayendo al suelo y esparciendo los frijoles por la tie
la hoz firmemente agarrada. Por primera vez desde que despertó en esa p
un respiro. Y en ese momen